Un modesto comentario sobre ‘Una modesta proposición’ de Jonathan Swift
No vendas tu conciencia por nada...
Una modesta preposición me pareció una lectura interesante, por inspirar en mí la comedia a la vez que la preocupación y la reflexión.
Se trata de un ensayo satírico escrito por el irlandés Jonathan Swift, mediante el cual, busca hacer frente a la sociedad en las condiciones de pobreza e injusticia de su país.
Al principio parece estar hablando en serio, cuando el autor se sale repentinamente de la caja para proponer ‘vender a sus hijos a los terratenientes ricos para que se los coman’ como una solución ‘ideal’ de acuerdo al contexto en el que vive.
De hecho, el título completo de esta obra es:
“Una modesta propuesta para evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o su país, y para hacerlos útiles al público”.
Swift propone con sarcasmo acciones muy extremistas y salvajes para mejorar los problemas de su sociedad y genera un sentido de alarma que te hace ver las cosas desde otros ángulos, cuestión que es muy importante a la hora de abordar un problema.
Aunque también representa hacia qué nivel puede llegar el humano si continúa cerrándose en el camino por el que actualmente va, una forma de condena a la que orilla el sistema político, ‘solo siguiendo una la línea recta y evitando tocar las rayitas de la banqueta’.
De esta forma, el autor saca a la luz el egoísmo, materialismo y consumismo que hay en la sociedad, entre otras desmesuras, y a lo que las personas podrían llegar en las formas que todavía no son consideradas “extremas”, aunque tal vez algunas situaciones actuales ya habrían sido consideradas como tales en el pasado.
Esta lectura sobre todo me llevó a pensar acerca de cómo se le da valor a las cosas, a veces considerando más valioso lo material que lo vivo (agua, animales, personas) y me pregunté cómo actuaríamos si realmente les daríamos a las cosas el valor que se merecen, a los animales, al dinero y a las personas en general, así como a los hijos, que si nos pagaran por cuidar con algo material, tal vez eso sería otra historia.
Habla sobre el riesgo de vender la conciencia en un mundo que se hace cada vez más consumista y ambicioso. Todo mundo quiere comprar o vender de todo para satisfacer deseos terrenales muchas veces innecesarios, llegando estos a formar un círculo vicioso y preocupaciones por ende, innecesarias, lo que implica menos felicidad. ¿Qué decíamos que era lo valioso? Si lo pensamos bien, no siempre lo valioso tiene que ser costoso… Cosas como la felicidad no tienen precio.
¿Dejaríamos a miles de niños morir de hambre si realmente fueran una fuente directa de ‘riqueza’ como las tierras que defendemos? Aquí habría que replantearse otro aspecto, ¿a qué llamamos riqueza?
Si consideramos que más rico es lo que un ser humano puede llevar dentro como lo es el conocimiento, las habilidades, la empatía e ideas capaces de cambiar el mundo si se canalizan como es debido… seguro las personas se darían mutuamente otro tipo de valor como el que merecen al ser únicos e irrepetibles, y no se fijarían tanto en cómo lucen o qué poseen más que en quiénes son y en estar en equilibrio.
Esto aumentaría el amor propio, con lo que podría haber menos miedo o necesidad de someter, lo que surge cuando alguien se intimida y fuerza la situación para que no se le opaque, pero si lo pensamos bien ‘no se trataría de opacar una luz que no apantalla’ ¿no?, como puede ser… la luz de la mujer a lo largo de los años.
Cuestiones como el aborto que también menciona Swift, suelen partir de un sentido religioso, sin embargo, yo creo que valorar el poder que tienes como individuo sobre la propia vida también es algo espiritual.
Las personas lo suficientemente valientes reconocen su propio valor, así como también lo reconocen en el otro. Algo así como el ‘namasté’ de la cultura hindú.
Entonces, suponiendo que en vez de seguir consumiendo sin medida como lo describe Swift, comenzarían a dedicarse a conocerse a sí mismos y apoyarse mutuamente, entonces ahí habría empatía, porque reconocerían que el otro es el reflejo de sí mismos y valemos lo mismo. Además, aunque haya infinidad de talentos, todos somos capaces de cosas grandes.
Creo que para contribuir a esto podría ayudar si nos enfocamos en trabajar con gusto y no a modo que a la larga se sienta como esclavitud y asimismo, que ayudemos de forma desinteresada al otro, porque de todas formas lo que das se te regresa y muchas veces multiplicado.
Algunos dirían que la solución no está en una persona y su actitud, sino también en quién dirige ya que ‘no podemos controlarlo todo’… pero esta reflexión toma en cuenta a todo mundo, la corrupción comienza con pequeños actos y si cambia una persona con mucho poder, influiría a un buen sector de la población.
En el caso del tema del canibalismo muy presente en esta obra, fue como si se planteara un universo paralelo al que viven los animales ahora, y cómo no sólo nos beneficiamos de estos sino que también los explotamos y muchas formas de tenerlos como comida consisten en hacerlos sufrir. ¿Qué tan diferentes podrían ser del humano? Además, lo que se necesita termina siendo menos de lo que se desea y sin embargo, cada vez el humano desea más. Este desequilibrio se ejemplifica en el tema de los animales y consumo de su carne.
Me pareció muy poderosa la frase que dice que se debe cuidar ‘no vender nuestro país y nuestra conciencia por nada’.
Al final, Swift acaba de un modo peculiar también, pues al darnos lo que podría ser una de las peores soluciones, que evidentemente no es muy aplicable ante las condiciones de desigualdad en que viven las personas comenzando por él, nos invita a pensar con urgencia para que cada quien exprese su modesta proposición, considerando que ninguna pueda ser tan mala como la suya. El autor llama a participar e involucrarse al lector, cuestión tan importante para generar cambios.